Génesis del sentimiento religioso

Ante la miseria del mundo —frente al triunfo del poder y el encumbramiento de los chacales y los lobos— las narrativas culturales configuraron tres justificaciones virtuosas. 
La primera de ellas es el karma o el sistema de contrapesos, mediante el cual cosechamos un “justo" pago por nuestras acciones presentes o pasadas. La segunda es el dualismo entre las fuerzas del bien y del mal, el “yin" y el “yang” (protectores y demonios) como fuerzas productoras de un mundo en continua tensión. Y, la tercera, el decreto de una potencia consciente que arregla y desarregla su creación: el dios ocioso o el dios que se oculta para burlarse de la nimiedad de sus marionetas.
Bajo cada codificación de la miseria se han fundado asociaciones religiosas, es decir, mercachifles que ofrecen la promesa de una especie de venganza contra la injusticia: "¡Que a los hijos de puta les vaya bien en este mundo porque ya lo han de pagar en el infierno! ¡Sufra ahora para alcanzar la felicidad eterna mañana!”. Incluso entre los llamados ateos o agnósticos, estás lógicas que justifican la corrupción terrenal llegan a ser significativas, después de todo, más vale encontrar un resarcimiento mítico o la existencia sería insoportable.

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