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El arte de quejarse

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Quejarse es muy sencillo, sólo basta alzar la voz, hacer una mueca molesta o convalidar violentamente la protesta ante el otro. Uno aprende a quejarse desde la infancia. El llanto es el primer recurso que adquirimos para expresar el malestar del cual somos presa. Después, también consumamos la histeria como herramienta para lograr nuestros objetivos, aunque ésta sea más bien una perversión de la legítima posibilidad de queja. El malestar puede ser dirigido contra una persona, contra un grupo de personas, contra una idea, contra un sistema o contra un modo. Es decir, todo es susceptible de protesta. Es común escuchar lamentarse por las condiciones económicas del país, por la calidad de un producto, por las consecuencias de una ideología, por las repercusiones de una actividad o por la codependencia de una relación afectiva. De facto, la queja o protesta es una actitud exclusiva de la raza humana para solventar los vacíos del discurso y de la acción colectiva. Los actores sociales han l