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Elogio al erotismo

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Traigo a la cabeza dos disgresiones sobre el erotismo construidas a partir del intelectualismo, lo cual, en última instancia, debe ser un crimen apenas reprochable a los intelectuales que han creído desvanecerse en un intento de mística a través del ejercicio sublimado de la sexualidad.  Para el primero de mis citados, Octavio Paz, en La llama doble , el erotismo, en palabras simples, es una metáfora, un ritmo, «nuestra ración de paraíso», hermanos. Es una vuelta a la naturaleza reconciliada sin ser por ello mera animalidad; es un más allá erótico –dice– pero aquí y ahora mismo; y es , también, una forma de consenso en que todos los hombres y todas las mujeres viven y se transfiguran.  La otra voz en mi cabeza es de Max Weber quien asegura, fehacientemente, que el erotismo es hacer comunidad, una comunidad de un solo cuerpo que se integra por todos los participantes del acto sexual; un desvanecimiento del «yo» que es tan soberbio que solo se le puede explicar simbólicamente; u