El fracaso de dios



Si es que existe un dios manifiesto que no admite dudas sobre su ontología, ya Marx lo ha revelado claramente hace un par de siglos.
Se llama Capital y ante él concurren, con fervor y sin excepción, todos los habitantes del planeta -ejército de creyentes que alumbrados en el siglo de la globalización, profesan la sagrada palabra del monetarismo con o contra su voluntad.
Las religiones se incrustan con la ritualística adecuada en la consciencia de la sociedad, a través del mito, primero, y del rito posteriormente.
El dios dinero cuenta con uno o más templos a la vista para abrazar su fervor, se llaman también bancos y conforman las arterias de la dogmática actividad religiosa del Capital.
La circulación y acumulación sacra que da vida al misticismo de las monedas y los billetes.
Los pastores del oro se llaman también economistas, secretarios de Hacienda, gerentes y presidentes del Fondo Monetario Internacional y del Consenso de Washington.
Sus cónclaves son esotéricos e inescrutables.
Nadie sabe a ciencia cierta de qué manera se decide el destino de los mercados locales, los préstamos, los intereses y las condiciones que convienen, para dar paso a la bondad de los ministros espirituales.
Esta deidad con signo de dólares y euros es tan efectiva y eficiente, porque en el fondo ha cumplido sobremanera la promesa sagrada de la omnipresencia y la omnipotencia.
El Capital, mediante su doctrina capitalista y su pragmática neoliberal, ha penetrado maquiavélicamente todas las esferas de la actividad humana.
El amor se ha vuelto una mercancía, así como el arte, la cultura, las lenguas y la soberanía.
Aquellos aspectos y poblaciones que se niegan a participar de su fervor son violentamente arrojados al infierno de la extinción.
Pero además, este dios todopoderoso dispone de otros dioses a su servicio.
Las religiones, que en un principio compartían la dominación, ahora no son más que pequeños secuaces que logran fundir su "evangelio" en asociación con los sistemas de gobierno, con los mercados económicos y con los nichos ideológicos de la época; conjuntando de tal manera un Leviatán de control social multifacético, con poder panóptico.
El pecado también es un proyecto de represión en el sistema capitalista.
La sanción se aplica sobre el no-consumo.
El pobre, el desempleado y el paria son pecadores en esta estructura que exige contribuir virtuosamente.
La redención y la virtud se encuentran en el trabajo y en el consumo, el pecado es sencillamente la pobreza.
Ya lo dice Marx sobre el capital: "trabajo muerto que, al modo de los vampiros, vive solamente chupando trabajo vivo, y vive más cuanto más trabajo chupa".
Como todo dios el Capital es un dios cruel que se esconde en piel de cordero.
Su bondad se encuentra maximizada por los bienes del liberalismo: libertad y democracia.
En el fondo no existe otra libertad sino la del consumo y la democracia se distingue únicamente de las dictaduras por la puesta en escena de un proceso electoral de mediación, que en la mayoría de los casos resulta ser un fraude.
Sin embargo, como todos los dioses también (dicho en boca del profeta Nietzsche), el Capital adolece del destino de su propia muerte.
Las mismas fuerzas dialécticas fundadas por su dinámica ponen en peligro su estabilidad.
Existen por un lado las contradicciones culturales del capitalismo, el colonialismo hegemónico, las guerras convenidas, los errores en la economía de mercado, las tragedias ambientales y los abusos de extracción de plusvalía.
Pero sobre todo, están presentes las energías sociales como primer motor que pone en evidencia el fracaso del dios monetario.
El superhombre descrito por Nietzsche era aquel sujeto que no necesitaba a un dios para sobrevivir, ergo la posibilidad de su prescindencia.
La aspiración de una supersociedad -liberada de la dominación religiosa del capitalismo y su explotación maquillada- no es una pretensión de hegemonía e imperialismo del Ego, es una necesidad de libertad social legítima y de recuperación del sentido común de humanidad.

Comentarios

el capitalismo domina la tierra, somos esclavos de el lastimosamente y hacen con nosotros los obreros los que les plascan ya que trabajamos por necesidad
Inti dijo…
Capitalismo... esclavitud, abuso de poder que lamentablemente todos permitimos...
saludos, años sin saber de ti... un gusto, como siempre.

saludos!

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