Sobre la amistad
La amistad parece ser una de las relaciones humanas mejor cimentadas en el guión de los contactos sociales. Es posible poner en duda el argumento de la pareja-amante, o incluso el vínculo familiar. Pero poner en duda a la amistad, resulta una desagradable conclusión de amargados y sinamigos.
La gente se cree amiga porque coincide algunas horas por semana en un sofá, una película, a veces una cama, o porque le toca hacer el mismo trabajo en la oficina. La creación de la amistad resulta de horas compartidas, charlas comunes y referentes simultáneos. Todo esto adornado por la sagrada metáfora de la afinidad. Por afinidad entendemos: la elección, a diferencia del parentesco, una calle de dos sentidos, donde siempre se puede echar para atrás si la dirección no es la satisfactoria, en otras palabras, tirar por la borda la relación sino resulta placentera.
Órbitas aisladas, de cuando en cuando dos manos que se estrechan, una charla de cinco minutos, un día en las carreras, una noche en la ópera, un velorio donde todos se sienten un poco más unidos (y es cierto, pero se acaba la hora de la soldadura). La frase de Roland Barthes es concluyente: entre dos siempre hay un abismo. Pero de alguna manera la amistad parece sortear a la oscuridad, porque no importan las distancias, la amistad siempre es una elección voluntaria. ¿Lo es? ¿en verdad se eligen los amigos? ¿No han sido los encuentros causales -en una clase de francés o en el café de las seis- los catalizadores del destino?
Se espera de la amistad siempre lo mejor y se mutila lo ingrato. De amigos es apoyar, de amigos es dar ánimos, de amigos es compartir las penas y celebrar las victorias, de amigos es un abrazo navideño. De traidores es la falta de apoyo, de traidores es la mentira, de traidores es guardar secretos y menospreciar la compañía. O se es un amigo o se es un traidor, no hay punto medio ni vacilaciones. Y al mismo tiempo uno vive convencido de que los amigos están ahí, de que el contacto existe, de que los acuerdos o los desacuerdos son profundos y duraderos.
Pero la amistad sobrevive mientras la inversión de horas sea suficiente para actualizar la información que celosamente el amigo guarda del otro. Si la información deja de compartirse, aquello llamado amistad deja de existir. Hay los amigos a la distancia, pero eso es una mera figura simbólica de una unión perecedera, pero de hecho, todas las amistades lo son, figuras simbólicas de un enlace imposible. Lo cierto es que la gente busca amigos, como busca una mascota, como busca un peinado nuevo o un tinte de moda, como busca un par de zapatos o una película en el cine, para evitar las tribulaciones de la fragilidad, y sólo para descubrir, que esa fragilidad resulta aún más penosa que antes.
Cómo nos odiamos todos, sin saber que el cariño es la forma presente de ese odio, y cómo la razón del odio profundo es esta excentración, el espacio insalvable entre tú y yo, entre esto y aquello. Se atisba la amistad con la sacralidad del cariño, pero en el fondo sabemos que estamos abandonados a la propia compañía, sin nadie con quien contar para que nos acaricie, nos consuele y nos dé una mano; atemorizante y espantoso. La amistad es un alivio para la salvedad de la insoportable levedad humana. Y eso no quiere decir que en verdad exista.
Foto: Paula G. Furió
Citas: Rayuela Cap. 78
Comentarios
Podría exponer mi teoría al respecto en este espacio, pero está comprobado que me llevaría cuatro cuartillas, así que sólo exporto lo siguiente:
"Si sabemos que la amistad no es más que el apelativo que se le da a las relaciones cercanas temporales, admitir que tenemos amigos sería como generar el discurso y después creérnosla....
(Pero)en el fondo espero que mi hipótesis sobre la amistad sea refutada por un incrédulo como yo."
amistad. Pacto amistoso entre dos o más personas.
Si, es la cuarta definición, pero me parece que aplica a tu visión.
Aunque no puedo dejar de mencionar la contradicción misma con la primera definición:
amistad. Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato.
Yo no creo eso, me quedo con Montaigne y su alegoría a una hermandad denominada amistad. Es necesario oponerse -al menos para sí- a la prostitución de la palabra amistad.
No es necesaria la continua actualización de información, ni las largas horas juntos para amarse con esa fuerza que solo brinda la amistad.
El que estemos desterrados de ese festín, no implica que no exista.