Manifiesto de la soledad

Estar abandonados a nuestra propia compañía, sin nadie con quien contar para que nos acaricie, nos consuele y nos dé la mano, es atemorizante y espantoso.

La soledad es soberbia, es una llaga. Es una herida que llevamos abierta siempre y que de vez en cuando remendamos con pasiones, amores y amistades, pero que finalmente vuelve a sangrar cada vez más profunda.

Nunca nadie se siente más solo y abandonado que cuando lucha por asegurarse de que realmente hay alguien con quien pueda contar hoy y pasado mañana para que no se sienta solo.

El amor es también soledad, casi nada se parece tanto a la muerte como el amor realizado. Sólo se puede entrar a la muerte y al amor una única vez, y en medio de nuestras preocupaciones, de nuestras prisas y neurosis cotidianas el amor y la muerte surgirán de la nada para llevarnos.

De la nada el amor busca abolir de nuestras manos el reposo de la soledad, pero de pronto la tristeza retorna para serenar las tormentas, y estamos solos, siempre estamos solos, no nos poseemos ni unos ni otros, ni poseemos nada, en verdad estamos solos, como cuando nacemos... como cuando morimos.

Foto: Alvaro Rioseco

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